27/7/11

El Gran Anfitrión

Extracto de Nota publicada el día 26/07/2011 por el Diario La Mañana de Neuquén.


Italia > El Gran Anfitrión recibió a la vida valorando lo mejor que ella ofreció.
Le organizó la alegría, le cocinó (apenas la vio le entregó, por las dudas, un digestivo),  eligió las sábanas, controló que nadie la molestara, la despertó con el café listo, le hizo repetir el almuerzo, le ofreció un whisky, cuidó con rigurosa y relajada minuciosidad cada detalle de su estadía…

El Gran Anfitrión le ofreció el corazón para que la vida juegue. La hizo reír con sus comedias, la hizo llorar con su sensibilidad viril, la sacó a pasear por montañas movedizas y lagos oceánicos, le confesó el dolor por la muerte y por las despedidas.

El Gran Anfitrión no se permitió demasiado la tristeza. Le tomó la mano y la arrastró hacia delante…En el centro mismo de un desierto fundó lo que nadie hubiese podido fundar, salvo  él y su hermosa testarudez: ese legado hacia el futuro, esa victoria sobre el tiempo, ese mágico lugar de encuentros lejanos…esa biblioteca. 

Desde algún lugar “perdido” de la Patria (que no es otra cosa que otro centro del mundo, como cualquier lugar) le llegaban pedidos: “Necesito una obra de teatro de tres personajes, dos hombres y una mujer…”

El Gran Anfitrión buscaba en su archivo, o en su memoria prodigiosa -que había entrenado cuando en Córdoba se ganaba la vida haciendo trucos de magia camuflado bajo el nombre de Mago Mao (nunca nos quiso decir el porqué de ese seudónimo) corría hasta el correo de su pequeña ciudad y mandaba lo pedido pagando de su bolsillo.

El Gran Anfitrión tenía el corazón más enorme que su Patagonia adoptiva.

Su apellido es de origen italiano. En dialecto piamontés significa algo así como “bolsillo”.
El Gran Anfitrión tenía el apellido abierto, desfondado, sin fondo… Daba todo lo que podía pero, sobre todo, regalaba una actitud: su desmesurada generosidad mil veces más luminosa que las perfecciones materiales y cotidianas.

El Gran Anfitrión sabía que, en ese desafío, radicaba su belleza… el whisky no es el mismo si se comparte con un amigo, aquel café sabe diferente si del otro lado alguien te escucha, las ensaladas y las lasagnas (preparadas por sus ancianas tías bajo su estricta vigilancia) son irrepetibles si fueron condimentadas con amor.

El Gran Anfitrión supo recibir y recibió dando. Será difícil olvidarlo. El crepúsculo ardiente del verano italiano es herido por las largas sombras de los árboles.

¡Estoy lejos, carajo! pienso. Y camino perdido buscando una explicación que sé que no obtendré y que nadie posee. Imagino sus seres queridos, sus amigos, sus colegas… y mi dolor me acerca un poco más. Sé que ya no nos recibirá con su digestivo, que las bromas que nos hicimos, riendo a carcajadas, quedarán en mi memoria como una moneda lavada por la lluvia, que el whisky que tomaré en su honor no se terminará nunca, que la raíz de su mágico abrazo crecerá desde lo más profundo y callado de mi vida.

La Argentina ha perdido a un gran tipo. A alguien que creaba desde sus laterales, que hacía grande lo pequeño, que convertía lo “provinciano” en universal porque sabía que no existe otra posibilidad. El teatro argentino está más solo. Y en particular el teatro de nuestras provincias.

Dice Atahualpa Yupanqui que un amigo es uno en el cuero del otro.
El Gran Anfitrión supo entender ese legado. Ahora se acaba de ir al Otro Lado de la Trama. Me permito afirmar que todos quienes lo conocimos coincidimos en el mensaje que ahora enviamos, en sus manos,  a ese lugar desconocido: “El Gran Anfitrión está llegando. Alójalo como al Mejor Huésped. Se lo merece, porque Huguito Saccoccia supo recibir la Vida ”. 

Carlos María Alsina, dramaturgo y director teatral tucumano.

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